LA ENTREVISTA…MAXIMINO LEÓN MOLINA (Por: Yesenia Torrecillas)
Un 4 de febrero de 1950, la localidad de
Poza Honda, Veracruz, vio nacer a uno de los mejores lanzadores que ha
dado el beisbol mexicano: Maximino León Molina, a quien el béisbol le ha
dado todos los records que pueda imaginarse y lo más importante…una
familia.
Hace un tiempo tuve la oportunidad de
tener una amena plática con Don Maximino León; vía telefónica desde su
casa en la Ciudad de México, donde recientemente se encontraba, pues se
desempeñaba como coach de pitcheo de los Diablos Rojos del México. Fue
una charla muy agradable y de mucho aprendizaje que nos permitió conocer
el lado humano de este legendario pitcher.
Maximino León es uno de los mejores
lanzadores que haya jugado en las filas de los Naranjeros de Hermosillo y
también uno de los serpentineros de mayor trayectoria en la
organización. “Max” fue pitcher activo durante 21 años. Su debut en la
Liga Mexicana del Pacífico fue en la temporada 1969-1970 con los
Tomateros de Culiacán, con quienes obtuvo el título de Novato del Año.
Debido a su excelente actuación, inmediatamente al año siguiente se
enfiló con la Escuadra Naranja (equipo que tenía sus derechos, pues
estaba en calidad de préstamo con Tomateros), donde lanzó hasta su
retiro en 1988, luego de 18 campañas de portar ininterrumpidamente la
franela de Hermosillo.
Maximino dejó el mejor registro en
porcentaje de ganados y perdidos de todos los tiempos del beisbol
profesional de invierno, .620 -con un mínimo de 100 decisiones- para
encabezar (124-76) la lista de los más grandes serpentineros de la
Mexicana del Pacífico. Su registro en juegos ganados de por vida (124),
permanece en el quinto sitio. Su promedio de efectividad dejó su nombre
grabado en bronce con 2.44 de pcla. -porcentaje de carreras limpias
admitidas.
Pero, antes de llegar al béisbol
profesional, Don Maximino nos cuenta cómo surgió su gusto por el rey de
los deportes. “Desde niño, pues mi padre era un apasionado del béisbol
igual que le pasó a mi hijo Maxwell conmigo. Aunque mi padre no lo
practicaba, le gustaba mucho y patrocinaba equipos en el pueblo donde yo
jugaba (Poza Honda) y nos daba los utensilios para jugar béisbol”.
Dijo.
Al transcurrir el tiempo, Maximino jugó
con algunos equipos de localidades de Veracruz, hasta sus 14 años donde
empezó a jugar con equipos de primera fuerza en la Liga del Bajo
Papaloapan en el pueblo de Acula y algo muy curioso en su trayectoria es
que él se desempeñaba como jugador de cuadro (principalmente como
parador en corto o tercera base), y nos plática (entre risas) que en un
encuentro que sostenía su equipo iban perdiendo por paliza y que ya se
habían acabado a todos los pitchers de la rotación, entonces lo metieron
a lanzar y lo hizo muy bien.
Más adelante, a punto de cumplir 17 años
se entera de una convocatoria para ingresar al equipo de Charros de
Jalisco, donde realiza pruebas de lanzamiento, fildeo y bateo bajo las
órdenes de Manolo Fortés y Felipe “burro” Hernández, buscadores del
equipo de Charros en Cosamaloapan. “Max” no muy convencido de su labor,
reitera que es infield, y los buscadores le dicen que así estuvo bien,
que no se preocupe.
Luego recibe la noticia de que este
equipo lo había firmado, pero… ¡Como lanzador!, para Maximino fue una
sorpresa, pues no era una posición que tuviera muy trabajada, sin
embargo sus ganas de dedicarse a ser beisbolista profesional lo
empujaron a seguir adelante y con el apoyo de su padre, se une a la
escuadra jalisciense (que era la mejor en la Liga Mexicana de Béisbol en
ese momento) un 10 de febrero de 1967 en Tehuacan, Puebla donde eran
los entrenamientos. “Y ahí inicié la aventura, ahí inició mi
profesionalismo”. Añadió.
En sus inicios en la Liga Veraniega
batalló un poco, pero con mucha constancia y esfuerzo se fue ganando un
lugar en la organización de Jalisco. Donde fue dirigido por el mejor
manager de México; Benjamín “Cananea” Reyes. En la temporada del 71’
los Charros se proclamaron campeones y Maximino tuvo buena marca de 14
victorias a cambio de 8 derrotas.
Fue un estupendo año para Maximino, pues
en invierno también fue campeón con Naranjeros y viajó a Puerto Rico a
la Serie del Caribe, la primera que un equipo mexicano tenía oportunidad
de disputar. “Max” trabajó muy bien en la isla del encanto, pero México
no pudo obtener el cetro caribeño. Maximino vivía su mejor momento,
pues ya había pertenecido a los mejores clubes de nuestro país como:
Charros, Naranjeros, Tomateros… equipo al que le siente demasiado
cariño, pues fue la escuadra que le brindó apoyo en su debut en el
pacífico y Vinicio García (manager del equipo guinda en ese tiempo) lo
había tratado de maravilla.
“Tomateros es algo muy significativo,
muy bonito para mí, hice mi debut ahí y ahora ver jugar a mi hijo
Maxwell con Culiacán, me siento muy contento que esté en una buena
organización, porque es una de las mejores del béisbol de invierno, me
hubiera gustado permanecer ahí, pero las cosas en el deporte no siempre
se dan como uno quiere, de hecho me siento satisfecho con la carrera que
está haciendo Maxwell en Culiacán y como lo tratan, eso se le reconoce
al público y además, es algo que se gana”. Comentó.
Sin embargo, algo magnífico vendría para
Maximino en 1972. El mejor béisbol del mundo le abría las puertas y
para ser precisos lo hacía el equipo de Grandes Ligas; Bravos de
Atlanta. Quienes después de un año de preparación en triple A, le
confiaron su rumbo un 18 de julio de 1973.
¿Tiene alguna anécdota importante que
vivió en Grandes Ligas? “Lo mejor que me pudo haber pasado el primer día
que llegué al béisbol de Grandes Ligas fue mi debut en contra de los
Mets, en ese equipo estaba Willie Mays y por Atlanta estaba Hank Aaron y
ese mismo día me tocó pitcharle a Willie Mays y para mí fue algo
inolvidable, pues cuando era niño escuchaba los juegos por radio y ellos
ya eran estrellas de Grandes Ligas, ni en sueño pensé que un día se me
iba a cumplir tener a Hank Aaron, es de las mejores cosas que me han
pasado en el béisbol”.
Luego de haber convivido con varios
peloteros en Naranjeros… ¿Con cuáles tuvo una buena amistad? “Con varios
de ellos y hasta la fecha. Con Héctor Espino, Celerino Sánchez, Alfredo
Ortíz, Ángel Macías, y mi compadre que fue mi cátcher de toda la vida
ahí Sergio “Kalimán” Robles, con Sergio estamos juntos con Diablos, pero
el jugador más importante de México; Héctor Espino, es una satisfacción
de haber jugado 14 años con él y son recuerdos que ahí se quedan, me
tocó la suerte de estar con Hank en verano y con Espino en invierno, 2
grandes jonroneros”.
¿Cuándo es que decide su retiro? ¿Fue
una decisión difícil? “Realmente es difícil, después de que juegas 21
años profesional, ya cuando tienes que darte cuenta que las lesiones son
las que te van orillando a pensar en el retiro, es una decisión
difícil, no puedes evitar que las lágrimas te traicionen, pero son cosas
que tienen que llegar y para mí llegó en 1988, tuve una lesión del
nervio siático, un día pitchaba y al otro día era muy molesto y la mejor
decisión que pude tomar fue retirarme, y surge otra etapa como coach
de pitcheo.
Después de haber liderado los
departamentos de pitcheo, de conseguir records, ser campeón, jugar en EU
y ser entronizado en el Salón de la Fama del Béisbol Profesional de
México…¿Qué es lo que le falta por cumplir a Maximino León? “El béisbol
me ha dado todo (entre risas), hasta una familia hermosa, muy linda. A
mi esposa Dylhia la conocí en el estadio. Tengo a mi hija Maxiel, mis
hijos Mayco, Max y Maxwell. Una familia que forma parte de Maximino
León, no solo el deporte.
¿Qué es lo que les recomienda a los
niños y jóvenes que empiezan en este deporte? “Que sean disciplinados,
se entreguen el 100%, pues los resultados serán positivos, de éxito y no
desaprovechen el tiempo, tengan pasión, coraje”. ¿Tiene planes para
invierno? “La verdad no, pero de todas formas iré a visitar a Maxwell, a
su mamá y a mí nos encanta verlo jugar”. Él es Maximino León Molina, un
hombre entregado a lo que hace, una leyenda del béisbol. Y esperemos la
dinastía León siga dando momentos memorables a este deporte.
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