CANANEA REYES, PARTE 82
México, D.F., (diablos.com.mx), 2 de marzo.- CUANDO los Diablos Rojos arrancaron la temporada 1991, el gran Cananea Reyes se había recuperado casi totalmente en apariencia del grave problema del cáncer que le habían encontrado unos meses antes. Parecía un milagro, ya que se veía bien y listo para una nueva campaña, aunque los doctores le dijeron que tendría que seguir yendo a sesiones de quimioterapia, por lo que el equipo fue manejado en algunas de las giras por el ‘Diablo’ Montoya, quien por ese entonces estaba como coach de la tercera base en el equipo.
México, D.F., (diablos.com.mx), 2 de marzo.- CUANDO los Diablos Rojos arrancaron la temporada 1991, el gran Cananea Reyes se había recuperado casi totalmente en apariencia del grave problema del cáncer que le habían encontrado unos meses antes. Parecía un milagro, ya que se veía bien y listo para una nueva campaña, aunque los doctores le dijeron que tendría que seguir yendo a sesiones de quimioterapia, por lo que el equipo fue manejado en algunas de las giras por el ‘Diablo’ Montoya, quien por ese entonces estaba como coach de la tercera base en el equipo.
Curiosamente, esa idea había sido el sueño dorado de Cananea por mucho tiempo, pero no había tenido el apoyo de sus amigos Raúl González –que estuvo como director del deporte mexicano– ni de Alonso Pérez, quien se ha eternizado como presidente de la Federación Mexicana de Beisbol Amateur.
Alfonso Barrenechea trabajaba por ese tiempo al frente de una compañía que filmaba eventos especiales para ponerlos en las cintas de VHS que era lo que entonces estaba de moda y la empresa pertenecía al propietario del diario El Universal, el muy conocido y distinguido en los medios, don Juan Francisco Ealy.
Era Alfonso un gran aficionado al beisbol y su gran amor lo eran los Diablos, apartando todas las temporadas un palco detrás de home para los juegos del equipo escarlata y al lado de donde Roberto Limonchi, el gran aficionado tabasqueño e igualmente fanaticazo del México, tenía también alquilado su palco.
En los años que lo tuve como gran amigo, el mejor que he tenido entre los que frecuentaba. Muchos de los juegos de los Diablos los vi desde el palco de Alfonso a quien le puse el nombre del ‘Barón Rojo’, como un famoso piloto alemán de la primera guerra mundial.
Un día Barrenechea me platicó su idea de hacer un video con Cananea dando las clases beisboleras para que todo México beisbolero las pudiera tener en su casa para practicarlas con sus hijos y me pidió que le presentara al muy famoso timonel.
La cita fue para una comida en el Bar Restaurante ‘La Ribiera’ ubicado en la Avenida Cuauhtémoc, cerca de la avenida Álvaro Obregón y al lado del entonces muy buen cine México. En ese lugar presumen en servir el mejor cabrito en la capital. Con el tiempo se separaron los socios del lugar y el que se fue, inauguró un gran restaurante enfrente y, al otro lugar, lo llamó ‘La Número Uno’, con el mismo menú que en el otro. Fue una guerra hasta el final entre los dos socios que se pelearon. Así es la vida muchas veces.
Por un problema en el tráfico cuando llegué al restaurante ya Alfonso Barrenechea y Cananea estaban sentados en una mesa y hablando sobre el proyecto que de inmediato entusiasmó al manager rojo. Es indudable que esta nueva tarea le dio un nuevo impulso a un Cananea agobiado por el tremendo cáncer.
Los Diablos Rojos dieron el visto bueno y en poco tiempo comenzaron ese gran trabajo en cuyas grabaciones intervinieron todos los ganadores del Diablos de Cananea, entre ellos, Daniel Fernández, ‘Borrego’ Sandoval, Héctor Estrada, Mauricio Zazueta, Nelson Barrera y todos los demás. Cananea, Alfonso y todos pusieron alma y corazón en este trabajo que iban a dejar para la posteridad.
Ya cuando estuvo lista la primera parte de la filmación estuvimos en los estudios de Alfonso Barrenechea viendo el resultado y el gran Cananea se puso tan contento que después fuimos a comer a un buen restaurante cercano. Estaba tan feliz Cananea que después de la comida y al calor de los tragos, llamaron al mariachi del lugar con Benjamín cantando sus canciones favoritas como ‘Sonora Querida’, ‘La cárcel de Cananea’ y ‘La Barca de Guaymas’.
Cuando me fui a trabajar al diario donde laboraba en aquel 1991 los dejé todavía platicando y celebrando a los que ya eran grandes amigos, Cananea y Alfonso.
Cuando el video quedó listo ya estaba la temporada invernal y acompañé a Alfonso en un viaje a Culiacán y Mazatlán para ponerlos en venta en las tiendas de los Tomateros y los Venados, así como en la casa Ley. Creo que nunca hicieron cuentas con Alfonso sobre los videos vendidos pero no era la primera vez que veía que a mucha de la gente del beisbol no le importa mucho la propaganda al gran deporte.
El éxito económico del video instructivo, muy bien logrado por Cananea y su gente así como la producción de Alfonso, fue modesto porque cayó en manos de la envidia. Por ejemplo, las autoridades del deporte mexicano con Raúl González y Alonso Pérez no compraron un sólo video ya que estaban molestos por no haber sido ellos los de la idea de hacerlo. Quedaron llenos de envidia.
De cualquier manera y en un viaje a Hermosillo para la Serie del Caribe acompañé a Alfonso Barrenechea para que le entregara a la viuda de Cananea las regalías de las ventas. Conocimos la casa en donde el gran manager vivió por tanto tiempo antes de morir el 10 de diciembre de 1991.
Alfonso Barrenechea realizó todavía otro gran video que es aquel memorable séptimo juego de la Serie Final de 1994 en que Diablos Rojos le ganó al Sultanes de Monterrey con un rally épico en la octava entrada con el doblete de Rogelio Cobos, siendo el batazo decisivo. Lo llamó ‘La Noche de los Diablos’.
Me encargó Alfonso dos libros de beisbol, uno de ellos ‘Los mejores beisbolistas mexicanos de todos los tiempos’, que se regaló entre los que se suscribieron al diario deportivo La Afición. Y el otro libro era el de ‘Los Yanquis en Español’, mismo que estaba casi terminado cuando, desgraciadamente, Alfonso falleció después de la temporada de 1996. Al irse Cananea y Alfonso, perdí a dos grandes amigos de mi vida.
Continuará…